Alfonso Daniels, Cuernavaca (México)
Pedro Tonantzin es uno de los pocos periodistas que aún se atreve a cubrir crímenes de los narco en
México.
Ahora sólo se dedica a cubrir las muertes. Jamás investiga los vínculos
entre los narcos, funcionarios y policías, porque significaría su
sentencia de muerte.
FOTO: Preocupa a los Estados Unidos la expansión de carteles...
Son las 3.45 de la mañana y suena el teléfono. Es
Pedro Tonantzin, uno de los pocos periodistas que aún se atreve a cubrir
crímenes de los narco en México, que ha provocado
más de 50.000 muertos desde que el presidente
Felipe Calderón
declarara la guerra contra las drogas en 2006. Me dice apresurado que
me recogerá frente a mi hotel situado al costado de la plaza principal
de
Cuernavaca (al sur de
Ciudad de México):
la policía acaba de encontrar otro cuerpo.
Esta ciudad pintoresca de un millón de habitantes situada a unos 50
kilómetros al sur de Ciudad de México solía ser un polo turístico,
popular entre mochileros europeos y americanos. Ya no. Reflejando lo
ocurrido en otras partes del país, ahora cárteles de droga rivales
luchan por ganar territorio en este lugar y con asesinatos que ocurren a
diario, desde cuerpos colgando de puentes a tiroteos indiscriminados.
Nadie quiere que estos crímenes sean reporteados, lo que explica que los periodistas hayan pagado un precio muy caro.
Desde 2006 ya van 67 periodistas asesinados y 14 desaparecidos
en el país según las autoridades, mientras que sólo ha habido una
sentencia dictada por estos crímenes, convirtiendo México en uno de los
lugares más peligrosos del
mundo donde ejercer esta profesión.
El mes pasado, varios asaltantes lanzaron granadas y explosivos
contra dos sedes de periódicos en el estado de Monterrey, y otra en
Nuevo Laredo junto a la frontera con
Estados Unidos. Hace poco también desapareció un reportero independiente en Veracruz cuyo paradero sigue sin conocerse.
“Esto es una guerra, nunca había estado tan mal”, comenta Marcela
Turati, periodista mexicana autora del libro “Fuego Cruzado” y quien ha
cubierto crímenes del narco durante años. “Esto es peor que
Colombia, es distinto a cualquier otra guerra:
aquí no hay frentes, ni trincheras, nunca sabes quien está involucrado con los narcos y quien no”.
En un intento de proteger a los periodistas, el presidente Calderón
ratificó en junio una ley para que las autoridades federales investiguen
cualquier ataque contra reporteros o activistas de derechos humanos.
Aunque esta medida fue bienvenida por varias asociaciones periodísticas,
pocos creen que vaya a transformar la realidad sobre el terreno en un
país donde las leyes son ignoradas por funcionarios y policías corruptos
a cada rato.
“Tengo miedo en el momento que salgo de casa”, comenta Pedro poco
después de recogerme en coche, mientras recorremos las calles de
Cuernavaca a más de 100 kilómetros por hora, saltándonos las luces
rojas. Mientras comprobaba todo el tiempo la información sobre el
asesinato en su móvil, gritando
"¡rápido, rápido, rápido!" a su colega camarógrafo que conducía el coche.
Pedro añade que los crímenes en este lugar ocurren normalmente de
madrugada, forzándole a dormir en una habitación separada de su esposa
para evitar despertarla ya que su móvil suena a cada rato. “Nos jugamos
la vida cada día, pero
ningún periódico de este país ha establecido protocolos de seguridad para sus periodistas que incluyan chalecos anti-bala, GPS, nada. Ni siquiera nos dan celulares [móviles], es una vergüenza”.
Tanto él como otros compañeros han decidido ir en grupo a las escenas
de los crímenes, ya que creen que es más seguro acudir juntos que por
separado. Eso sí, antes esperan a la policía ya que varias veces han
llegado mientras los asesinatos todavía ocurrían.
Pedro ahora sólo se dedica a cubrir las muertes,
jamás investiga los vínculos entre los narcos, funcionarios y policías
corruptos ya que eso sería una sentencia de muerte. Muchos tampoco
firman sus artículos, aunque Pedro comenta que los cárteles de las
drogas siempre saben quién los ha escrito ya que tienen
gente infiltrada en las redacciones de los diarios, fácilmente identificados ya que un buen día llegan a la oficina al volante de un Mini Coupé o cualquier otro coche de lujo.
Fuente: lainformación.com